Catedral de Nuestra Señora de los Ángeles
12 de diciembre de 2021
Mis queridos hermanos y hermanas en Cristo,
1
Celebramos hoy una noche histórica. Hace cuatrocientos noventa años, en estos días del mes de Diciembre, la Madre de Dios se apareció a San Juan Diego en el Tepeyac.
Escuchemos nuevamente las primeras palabras que Maria Santísima le dirigió a Juan Diego:
“Yo soy la siempre Virgen Santa María, Madre del verdadero Dios por quien se vive; del Creador de todo; el Señor del cielo y de la tierra. Deseo vivamente que se me erija aquí un templo para en él mostrar y dar todo mi amor, compasión, auxilio y defensa, pues yo soy vuestra madre misericordiosa”2.
Nuestra Señora de Guadalupe vino para ser la Madre del continente americano, para anunciar el nacimiento de Jesucristo entre los pueblos y naciones del Nuevo Mundo.
Maria de Guadalupe no es solamente la Madre de México, sino, también, la Madre de todo el continente americano.
Nuestro país, los Estados Unidos, como todos los demás países de América del Norte, de América Central y del Sur nacen
“del Creador de todo; el Señor del cielo y de la tierra” y bajo el manto de Santa María. Cada nación y cada persona nacen bajo su amorosa protección y cuidado.
En las apariciones del Tepeyac se cumple la profecía de Sofonías que escuchamos en la primera lectura de esta noche:
“Canta, hija de Sión, da gritos de júbilo, Israel, gózate y regocíjate de todo corazón, Jerusalén … El Señor, tu Dios, tu poderoso salvador, está en medio de ti.”
Es verdad, Jesús viene. Nuestro Señor está cerca. Ya casi está aquí, ya solamente faltan unos cuantos días para que llegue la Navidad.
Jesucristo es el Señor, él es quien gobierna todo el mundo y todo el continente americano. Y Nuestra Señora de Guadalupe nos lo vino a revelar en aquellos hermosos días de diciembre de 1531.
Maria de Guadalupe sigue construyendo su templo en el continente americano.
Como sabemos por la maravillosa historia de su aparición, San Juan Diego logró convencer finalmente al obispo Juan de Zumárraga para que construyera la iglesia que hoy es la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe, en donde está su tilma milagrosa.
Pero eso fue sólo el principio. Nuestra Señora quiere mucho más que eso.
El templo que la Virgen quiere es un templo espiritual que se construye con las “piedras vivas” de nuestras vidas
3. Con la vida de ustedes y con la mía.
Llevando en el corazón el gozo de Jesucristo y siguiendo el camino que él nos ha enseñado para la gloria de Dios y para amar a nuestros hermanos y hermanas. ¡Nosotros somos el templo que Nuestra Señora quiere construir en el continente americano!
En el Magnificat, María canta las ‘grandes cosas’ que Dios ha hecho en su vida: “
Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi Salvador... Mi alma proclama la grandeza del Señor ... ha hecho en mí grandes cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre”.
Nuestra Santísima Madre descubrió que su vida formaba parte de
un plan más grande. Ella descubrió que Dios quería que ella desempeñara un papel muy importante en la historia de la salvación.
Y así como Dios tuvo un plan para María, tiene también un plan para cada uno de nosotros, él tiene para ustedes, para cada uno, una tarea que debemos desempeñar dentro del plan de salvación.
En este gran aniversario de la aparición de Nuestra Señora en el Tepeyac, comprometámonos a servir a Jesús y a su plan de amor. Con Nuestra Santísima Madre, digamos:
“He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra”.
Pero la pregunta que todos tenemos es la misma que le preguntan a San Juan Bautista en el Evangelio de hoy:
“¿Qué debemos hacer?”
Y, San Juan Bautista nos responde diciéndonos que vivamos con compasión, que nos preocupemos por quienes nos rodean. Nos dice:
“Quien tenga dos túnicas, que dé una al que no tiene ninguna, y quien tenga comida, que haga lo mismo”.
Nos pide que seamos fieles a Dios, fieles a lo que Dios quiere que seamos, no solo en momentos especiales, o durante esta época del año, sino siempre, todo el tiempo.
Entonces, queridos hermanos y hermanas, sigamos construyendo el templo que Nuestra Señora de Guadalupe quiere a través de nuestros pequeños esfuerzos de cada día, de nuestro amor a los demás y de nuestro esfuerzo por vivir como Jesús nos lo enseñó y nos lo pidió.
La misión de Nuestra Señora de Guadalupe en el continente americano continúa, cuatrocientos noventa años después. Su misión continua en la vida de ustedes y en la mía.
Todos sabemos que nuestro mundo necesita a Jesús. Que los Estados Unidos y todas las naciones del continente americano, necesitan a Jesus.
Pidamos hoy la gracia de renovar nuestro deseo de compartir con todos, pero especialmente con los que nos rodean, que Jesucristo nos ama y que él entregó su vida por nosotros.
Y que los sigamos invitando, con nuestra palabra y con nuestro ejemplo, a que pongan su mano en la mano de Jesus, para que puedan caminar bajo su luz y seguirlo por el camino que conduce a la eternidad, hacia el amor que nunca se acaba.
Y claro, siempre contando con la compañía y la intercesión de nuestra Madre Santísima de Guadalupe.
Nuestro Señor ha hecho grandes cosas por nosotros, así que vayamos y hagamos cosas grandes por El. Sigamos construyendo el templo de Nuestra Señora de Guadalupe en el continente americano para que nuestras familias y el mundo entero sea un nuevo mundo de fe, de paz y de amor.
¡Viva la Virgen de Guadalupe!
¡Viva San Juan Diego!
¡Viva San Junípero Serra!
¡Viva Cristo Rey!
¡Viva la Virgen de Guadalupe!
¡Viva la Virgen de Guadalupe!
¡Viva la Virgen de Guadalupe!
1. Lecturas: Sof 3, 14-18a; Is 12, 2-6; Fil 4, 4-7; Lc 3, 10-18.